El aguila y la Luna

El aguila y la Luna

Lo inconcluso (cont. 1)



Lo inconcluso (cont. 1)

Esa mañana
cuando me llamaron de la mesa
para pagarme los cafés,
pude percibir como ella sufría,
sé que tenía en su pecho algo roto,
lo supe por el estupor en su cara
y por mi años como mozo.

Él se levanto, le dijo algo al oído
y se marchó,
cuando salía noté mojados sus ojos;
ella quedo estática,
como abotonada a la nada
desconcertada, mirando fijo a la mesa
a esa mesa con dos tazas vacías
y un cenicero humeando,
se tomó la cabeza, apoyó los brazos
sobre aquella cruel madera
y se dejó caer con fuerza entre sollozos.

Fui testigo de toda la escena
y de su dolor;
su rímel y todo su maquillaje,
se desteñían como un retrato al solvente
por las fatídicas lágrimas
oscureciendo sus mejillas.

Su corazón  abrumado no tenía consuelo,
que tanto se te puede partir el alma
al contemplar algo así?
Por eso hice lo que hice,
lo que cualquier caballero
con una gota de sentimiento podría hacer,
intente llevar un consuelo
allí donde sólo hay desilusión.
…………………………………………
La señora que vende rosas
entraba al bar con su canasta de mimbre,
compré una flor y me acerque con miedo
pues no sabría su reaccionar,
ella lloraba, sufría
y se preguntaba, ¿¡por qué!?
 <<Allí estaba ella>>
con  su dolor desparramado sobre aquella mesa
con la silla del frente vacía como su enemiga,
inclinada sobre sus brazos
ahora decolorados por el sentir derramado.

Me acerque tembloroso
y titubeando le dije:
disculpe señorita…
¡y cuando me miró!
con aquellos ojos, sin descripción,
quedé atónito o en trance
ahora que lo pienso mejor,
me perdí como un niño en aquellos ojos,
nunca me había sentido de esa manera,
quedé absorto en mis sueños
con la respiración contenida,
pasó un segundo y recuperándome
pronuncié: no soy quién
para entrometerme en su vida
realmente no puedo saber
lo que usted siente en este momento
pero hay algo que le quiero decir…

Mire esta rosa, fíjese en la profundidad
y la fuerza de su color
en lo viva que está y en su aroma especial,
pues así es usted señorita,
y aunque esta rosa se marchitará
y su belleza se perderá,
la suya no, porque usted ahora se siente marchita
pero no es así, usted tiene lo que esta rosa ya no,
una oportunidad de renacer,
una oportunidad de revivir
de volver a ser feliz,
de permitir que el sol con alegría
acaricie como pétalos su piel,
pero más que nada
usted tiene la oportunidad de obtener respuestas
esas que usted necesita, las que le hace falta
para recuperar su sonrisa.

Señorita,
no importa lo que le que puedan haber dicho
para lastimarla
o si acaso no supieron tal vez apreciarla,
haga valer su corazón, usted si vale señorita,
levántese y tome mi pañuelo,
séquese los ojos,
y jamás olvide que por amor
siempre vale la pena luchar.

Ella me miró ilusionada,
ya no dolían tanto las lágrimas,
se acomodo el cabello y se me acercó
con una mueca de ternura y gratitud,
me dio un beso en la mejilla
y no dijo nada,
fue el beso más largo y dulce
que pude haber sentido en mi vida,
quédese con el pañuelo, le dije;
se arregló la ropa y con su mirada altiva
salió por la puerta de cristal, caminando decidida
a hacerse escuchar,
cada uno de sus pasos era firme
yo los podía percibir,
la vi alejándose, mientras me preguntaba a mi mismo
que podría pasar si…
Ella miró sobre su hombro y me sonrió
y así fue,
que dejándome una marca,

se alejo de mí…